José María Méndez: Mi vida como fotógrafo.

 


Desde el pasado domingo tengo en mis manos el ejemplar de este libro logrado por José quien desde hace unos cuarenta años desarrolla en el medio fueguino la tarea de “fotógrafo de sociales. No hace mucho lo conocimos cantor, y con ello hubo un CD que refleja las cualidades de su voz, e tantas chacareras se lo cree santiagueño, pero Méndez es salteño, y llegó a Río Grande por los mandatos del servicio militar en 1978, y aquí hizo lo suyo.

El libro reúne sus recuerdos conducimos en el plano literario por Luís Cardarelli, y no se inclina a miradas técnicas de su actividad, sino a reflejar conflictos humanos, situaciones enérgicas en una profesión que algunos suponen mansa.

Nos sitúa en las últimas décadas del siglo que pasó, y se proyectan hasta el presente, cuando ya las prácticas de registro de imágenes no dan la misma perspectiva que se tenía en un pueblo con marcada movilidad social.

Mi vida como fotógrafo no me regalado muchas oportunidades para sonreír.

Para el crease o no trascribo uno de sus instantes.

LA INJUSTICIA TUVO SU CASTIGO

Cada vez que saco fotos pregunto el domicilio para cuando está reveladas las acerco, y de paso cobro el trabajo si la suerte me acompaña, porque hubo veces que no fue así. Depende como me traten yo le fío, porque no cuesta nada fiarle, porque es una miseria de pesos.

El siguiente caso es referido a una persona que vive en la parte céntrica de la ciudad de Rio Grande, en Monseñor José Fagnano al 900, a quien le llevé las fotos que le había sacado. Cuándo me vio exclamó ¡Oh, el fotógrafo! Le entregué las estampas, las miró una y diez veces diciendo ¡Muy lindas! Al final dijo. –Hoy no tengo plata, venga mañana.

Al otro día fui y… No había nadie. Al siguiente observé que estaban porque al verme cerraban las cortinas y se escondían; yo golpeaba la puerta y sentía que se reían. Y así pasaron varios días hasta que un día salí bien enojado para esa dirección, agarré todas las fotos y las rompí picándolas en pequeños pedazos dejándolas en un rincón del nicho de gas.

Habrían pasado tres días o cuatro cuando me llamó la directora de la escuela diciéndome que quería hablar conmigo. En ese momento recordé que cuando ella era maestra, me contó que a su hijo le quitaron la bandera porque el padre no iba a rezar a la iglesia, ya que el muchacho era alumno de la escuela Don Bosco y por más que tenía buen promedio como el padre no iba a rezar, le quitaron ser abanderado.

A esa situación yo la consideré injusta, y la maestra me conto que su hijo quedó mal, muy triste que al ver que en un colegio católico permitieran esa injusticia y siempre guardaba eso que nos contó quien ahora era directora.

Cuando llegué a la escuela entré para hablar con ella, y lo primero que me dijo es que tenía una queja en mi contra. Y cuál es la queja, respondí. Una señora trajo unas fotos a las cuales usted las rompió. Sí, yo las rompí. Las veces que las llevaba para que me pagaran el trabajo, que hacía como diez meses que hice las tomas, cerraban las cortinas y por más que llamaba a la puerta no atendía. Y se acuerda usted cuando a su hijo le quitaron la bandera por que su marido no iba a rezar, eso también fue una injusticia. Y lo lamento por el hijo, pero mi acción la hice por ella.

Después de ese descargo que realicé, la directora me dijo, Méndez, siga sacando fotos en la escuela, a la cual agradecí.

El libro termina con un escrito de Jorge Bruzo donde estaca la labor de nuestro fotógrafo en torno a las “Jineteadas fueguinas”.

 


23. LOS PUENTES DE LA MEMORIA. “Yo la recuerdo así, mansa entre los valientes, valiente entre los mansos”


Mi segundo regreso a Río Grande fue el 11 de abril de 1960.

 

Aún recuerdo el primer paseo que de la mano de mi padre diera al día siguiente. Entonces recibí una lección política que tardé muchos años en entender.

 

Durante mi primera infancia me había formado la idea que este pueblo tenía toda la apariencia de una City del Far West: una ancha calle polvorienta, asimétricas construcciones de madera, hombres rudos al paso o a caballo.

 

La realidad no se mostró con colores o matices muy distintos a los de la imaginación.

 

La esquina de Alberdi y Espora mostraba al Bar Colo-Colo, la herrería de Verategua encerrada en la construcción más antigua de la población, una esquina libre –la de Barrientos- esperando mejores tiempos para mejores construcciones, y la imponente estructura de “material sólido” donde vivía y aun vive Doña Isabel.

 

Siguiendo hacia 9 de Julio –debo aclarar que la descripción de las calles no fue cosa del momento si no un recurso para reemplazar:”los de arriba” y “los de abajo” que nos guiaban a los lugareños de antaño; asi conocía el galpón donde hacía mucho funcionó la usina de Pinola y Martínez, la casa de “Mejoral” y el bar y pensión de Carlos Santana. Esta última construcción fue la primera de este lado del río, donde había un palenque para atar los botes.

 

Así supe que en Río Grande, las casas eran bienes muebles.

 

Toda una arteria comercial –callecita del Oeste- era la que reunía en una cuadra al hotel de altos de Alarcón, el Club San Martín, el taller de Visic del que enamaba el progresista aroma de la grasa y la nafta, la tienda de Berlín –en realidad ya era de Antonio Falgueras- y la antigua Casa Raful. Todo esto se lo llevaría el fuego al año siguiente.

 

Si no fuera porque mi padre me contaba las historias elementales de cada paso, no habría podido saber mucho de esas viviendas, por que no tenían frecuentemente el número en la puerta, carteles comerciales en la calle y no era fácil encontrar el nombre de las arterias.

 

En la confitería de Ramírez –Los Angelitos- hacía su parada en aquel momento Antonio Chiocca con su auto de alquiler, y a la mitad de la vereda, hacia la mole inexplicable del Banco Nación, apareció Don Antonio Salfate, con su simple y pequeña figura venía a vendernos un entero de la lotería del Chubut, dinero que recuperamos gracias a la terminación 13.

 

El centro estaba plagado de baldíos, a tres casas por cuadra: el Banco sin veredas, la casita del Juez, el Hotel de Avelino.. ¡qué inversión tan grande!

 

Tanto habíamos andado para mis siete años que allí decidimos volver. Y fue cuando mi padre –como señalando horizontes- fue apuntando con el dedo lo que se veía más lejos: escuela fiscal, humeante usina, la biblioteca Schmidth –“el hombre suicida”- la casa Triviño, donde funcionaba la ferretería de Tanarro y la tienda de Gutraich, la pensión Soto –anexo sodería- y el Club Juvenil Belgrano junto a la tienda de “La calala”, el cine, más corto que hoy visto de costado y con el techo de Ondalit, el quiosco de la esquina –el único kiosko- y frente nuestro la “Delegación de Gobierno”, y el lugar donde estaba el monumento de Evita.

 

La creación de la Gobernación Marítima de Tierra del Fuego trajo en la Isla un proyecto de modernización que incluyó en poco tiempo edificaciones en mampostería que pasaron a ser las referencias del deambular, en la precaria población de los años cincuenta. El edificio de Correos –tan lejos pero tan amplio- los Cuarteles de la Obra de Marina que recibieron los efectivos navales que reemplazaron las primeras tropas del Ejército que, en su construcción y habilitación, emplearon ladrillos de barro cocidos en la “fábrica” que Soto tenía cerca de la vera del río. La Plaza recién descercada   mostraba el atalaya del agua, y el frente del edificio de Obras Sanitarias de la Nación. Más allá la escuela del estado que se numeraba 19 durante el tiempo que fuimos provincia, parecía una fortaleza, y la fortaleza del Casino de Oficiales que durante mucho tiempo siguió llamándose “Delegación”.

 

Junto a una migración calificada de funcionarios y artesanos de la construcción, se dio también, al impulso del descubrimiento de petróleo –alumbrando promesas de gran prosperidad- la argentinización de las costumbres, y entre ellas: la política.

 

El Primer Plan Quinquenal que anduvo detrás de muchas de las realizaciones mencionadas –y de la polarización del país- alcanzaba a Tierra del Fuego. De una comarca inexistente para la expresión popular pasó –merced a la Constitución del ’49- a la elección de representantes a la Cámara de Diputados. La Fundación Evita dio pie para que gente con inquietudes levantara en la esquina de San Martín y Elcano la Unidad Básica donde junto al proselitismo, se enseñaba a coser, se ayudaba a los niños después de las clases y se alistaron los contingentes infantiles que por primera vez saldrían de la Isla, a “representarnos en el norte”, en los juegos “Evita”.

 

Y se dio la primera elección presidencial en la que el voto fueguino pudo manifestarse; el peronismo ganó la reelección en Río Grande, claro: por un solo voto en el pequeño padrón.

 

Cuando en el invierno de 1952 la primera dama de la Nación es ganada por el cáncer, Río Grande experimentó las reacciones de todos los argentinos, y meses más tarde el pueblo vio descubrirse las marmolea figura de Evita, sobre alto pedestal de más de dos metros, en el cual colocaron tres placas de bronce con leyendas que hoy nadie puede recordar.

 

Allí, donde hoy se levanta la figura de Tomás Espora estaba el templo de la devoción popular, y fue donde con la presencia de la “legisladora” Esther Fadul, el Comisionado Municipal José Finocchio, el Delegado Zona Norte, pueblo y demás autoridades, el 19 de enero de 1953 se levantó el monumento a la madre de la revolución justicialista. Entre sentidos discursos de los presentes, entre respetuosos silencios.

 

Este fue el lugar más cercado y eludido hasta septiembre de 1955 cuando los adláteres locales del golpe se ensañaron  -más que con cualquier institución o persona- con el símbolo estatuario del busto de Evita.

 

Mientras la dirigencia local del partido era recluida o se ocultaba prudentemente, mientras las fuerzas del Capitán Fonrouge ocupaban la casa partidaria para instalar dependencias gubernamentales, una cohorte de amigos del nuevo gobierno llegó hasta el busto con un tracto y atándolo fuertemente comenzaron a derribarlo.

 

Fue entonces que, con más valor que vergüenza apareció en esta –mi primera lección política- Doña Verónica. Venía del frente, de esos escasos cincuenta metros que separaban la cocina de su casa de pensión que fue hogar para tantos nuevos riograndenses, venía de un tiempo de experiencias simples de dignificación  y oportunidades para la mujer, venía de una amor visceral por una figura trascendental para los destinos de un pueblo.

 

Venía de un pueblo.

 

Ella, que seguía siendo chilena, quiso que esos argentinos del tractor no cometieran su atropello y como estatua fue golpeada y arrastrada... pero Doña Verónica no fue destruida.

 

Mientras han pasado al olvido los restos materiales del monumento de Eva Duarte de Perón, el gesto de Doña Verónica Soto saliendo de sus ollas –quien sabe con el delantal puesto- se transforma en la dimensión del tiempo en la primera actitud pública y valiente de carácter cívico, en una comarca de arrepentidos.

Foto: El busto de Evita que nunca fue repuesto en el lugar. La esquina vacía. La pensión Soto. La casa de Heraclio -Tito- Ibarra.....

 

CINCUENTA AÑOS DE RADIO NACIONAL RIO GRANDE. Partes de un todo 7.

 


EL ANUARIO. Durante años el mes de diciembre tenía preparados a los oyentes de LRA 24 a ir escuchando los recuerdos acumulados por Leda Soto, identificados como EL ANUARIO, un mosaico de múltiples voces a nivel local, nacional e internacional, que nos iba permitiendo reflexionar en aquello de “como progresa el silencio”. Yo le ayudaba con una leve pauta horaria identificada como En los pasos del tiempo. Y así la radio aparecía como una urgencia no solamente signada en el reflejo del presente, sino también del futuro.

PAPELES CINEMATOGRÁFICOS. Alas de mi patria.

 



Nuestra secuencia documentada sobre los hechos que marcan la protohistoria del cine en Río Grande muestra un nuevo despacho desde Comodoro Rivadavia.

Y con ellos un enunciado en el final de una película argentina de la cual tomamos noticias por wikipedia

 

Alas de mi patria es una película argentina en blanco y negro de género semidocumental dirigida por el chileno Carlos Borcosque sobre su propio guion, que se estrenó el 5 de abril de 1939. Su trama se refiere a la historia de la aviación argentina entre 1908 y 1938 y sus principales protagonistas fueron Enrique MuiñoMalisa Zini , Delia GarcésAlberto AdhemarPablo PalitosOscar Valicelli y Daniel Belluscio.

Producción

En 1937 la empresa Argentina Sono Film contrató a Carlos Borcosque para dirigir 6 películas en 2 años. Borcosque, que era de nacionalidad chilena, había viajado de niño a la Argentina, país donde, ya adolescente, se vinculó a la naciente aeronáutica trabajando como periodista especializado en esa área y obteniendo su brevet de aviador. A los 21 años volvió a su país de nacimiento y sin abandonar su interés por la aviación se dedicó a la cinematografía y dirigió varias películas mudas. Más adelante viajó a Hollywood y trabajó como periodista, ayudante de dirección y, finalmente, como director de cine. Al ser contratado por Argentina Sono Film escribió el guion de Alas de mi Patria en los 17 días que duró el viaje en barco hasta Buenos Aires. En una época en que el cine argentino trabajaba desorganizadamente, Borcosque llegó con una técnica de trabajo aprendida en Hollywood que era distinta. Hacía planes de trabajo por secuencia: decorados, vestuario, utilería, personajes, etc. y con ello reducía considerablemente los costos. En el filme participó como asesor aeronáutico Raúl Apold, que había sido compañero del director en el Colegio La Salle Buenos Aires, que más adelante tendría un extenso desempeño como Subsecretario de Informaciones durante la presidencia de Juan Domingo Perón.

Sinopsis

Es una película semidocumental en la cual se narra una trama de ficción engarzada en acontecimientos realmente ocurridos en la historia de la aviación argentina entre 1908 y 1938.

Sobre la película escribió el crítico Domingo Di Núbila:

”Deslumbró a muchos … por los destellos de su realización, particularmente el espectáculo de varias escenas, el empleo frecuente de travellings y el sentido de la dinámica en el montaje. En su ritmo y en toda su concepción y desarrollo visual fue lo más parecido a una típica producción de Hollywood que se había hecho hasta entonces en la Argentina. Contribuyó a establecer confianza en el progreso formal de nuestro cine, dio alas a la imaginación de directores y técnicos y fijó la medida, en el ámbito local, de la vibración que gana un film con el manejo pujante de sus componentes cinéticos. Impulsó, en suma, la agilización de la acción en películas argentinas”. ​

LOS PUENTES DE LA MEMORIA 22. “De cómo nos vale el rescatar la memoria de aquel hombre que a la vez era grande y pequeño, enérgico pero todo fragilidad”.

 


 La historia comenzó con la muerte del hacendado. Y una transacción pendiente con los curas por un conjunto de ovejas, que no pudo resolverse con la viuda. ¿Por qué? Porque la viuda lo fue por poco tiempo y escapó a su desesperación estableciendo una relación formal y continua con quien hasta aquel momento era su oculto amor: un comerciantes de esos que tenían capacidad para dar crédito a los pequeños estancieros.

 

¿Cómo cobrarían los prelados el dinero adeudado?

 

Un buen día llegaron con el director al frente a visitar el negocio del “flamante casado”, llegaron con su “listita” cargaron toda la mercadería y sobre la pregunta de cómo se pagaría, dijo el gordo sacerdote: -“Anote nomás”.

 

El trámite tácitamente encarado era propio de aquellos años, y pasaron los pedidos y los meses, el invierno y el verano, mientras l cuenta subía. El comerciante pensó que con la venta de los corderos vendría el pago, pero nada pasó; inquieto en alguna medida esperó la venta de la lana para que la situación se regularizara, pero de los curas.. ni noticias.

 

Un buen día mientras la comparsa de muchachos que estudiaban con los curas cargaba un nuevo envío, nuestro comerciante le pidió al dependiente que lo hiciera pasar a nuestro curita: -“El jefe le pide que se moleste, Padrecito...” –“No hay de que molestarse, M’hijo” – dijo y se fue para el fondo. Allí sacando palabras de no sé dónde, porque con el poder de Dios por más herejías que se cometan en la tierra, no se puede andar mal, nuestro comerciante le dio a entender que ya todos los pobladores –vendida la lana y vendida la carne- se habían puesto al día. Fue entonces cuando el voluminoso sacerdote, sin más que para disponerse a salir, se puso de pié haciendo rechinar de alivio al tosco sillón en que recibiera los argumentos del cobrante, y al llegar a la puerta de la oficina se volvió para decir  con un tuteo que cerraba el trámite: -“Te quedaste con la estancia, te quedaste con la viuda, y también te querés quedar con la plata de las ovejas”.

 

                                                        * * *

El cuento este que alguien me contó que se lo contaron, me sirve de pie para recordar al padre Aurelio Muñoz del Val, nombre insigne de la labor salesiana en la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria, de cuyo carácter expropiativo dan cuenta cuantos lo conocieron como una particularidad suya –nunca comprendida por el Concilio Ecuménico Vaticano Segundo- de llevar adelante la caridad obligatoria para sus fieles.

 

No fui alumno del Padre Muñoz, si me gustaba escucharlo en la misa, o en las transmisiones deportivas de Radio Misión –de la que fue mentor material y espiritual- en una afición que luego llevaría a la provincia de Santa Cruz donde sería relator de automovilismo.

 

Guardo sí, algunas referencias que dibujan su personalidad, ésta que sigue fue dicha pro el Ingeniero Guarnieri la noche en que en el Campamento Central de YPF, en 1979 se recordaban los 30 años del descubrimiento de hidrocarburos en el sector argentino de la Isla Grande.

 

Yo no estaba allí, cumplía mi turno en estudios en tanto que, en exteriores, Michel Bercier y Enrique Bischof transmitían todo lo que ocurría. La prudencia ante lo histórico me llevó a grabar primero y guardar después estas palabras de aquel primer jefe de YPF en Río Grande, donde se analiza también el tema de la apropiación en aquello tiempos: “También quiero recordar la gran ayuda que nos dieron los salesianos de la Misión, no tanto material pero sí espiritual, que dispensaron a toda nuestra gente. En una oportunidad, un grupo de la sección transporte me dijo: -Ingeniero ¿no quiere venir esta noche a comer una cazuela de gallina?- Bueno, como no- les contesté. Ya en horas de la noche me fui hasta el lugar de la cita y en un galpón grande que disponían, habían hecho una gran fogata. Sobre el fuego pendía una gran olla negra de tres patas y dentro de ella varias gallinas nadaban en sustancioso caldo. Más tarde al servirlas, me decían alentándome: -Coma, coma Ingeniero, que son santas. Y yo comí sin haber prestado atención a lo que me estaban diciendo. Pero al otro día se presentó en mi oficina en el campamento base el Padre Muñoz, que por entonces era Director en la Misión Salesiana. Lo acompañaba una expresión de mayúsculo enojo que se notaba en su ceño fruncido. Sin ni siquiera decir buen día, me largó: -Ingeniero, su gente me está robando las gallinas de nuestro gallinero. Como ya había tenido otras cuestiones parecidas con anterioridad, le contesté al Padre Muñoz: -Pero Padre, Usted por todas las cosas que le faltan le echa la culpa a nuestra gente. Sin responder a mi protesta, se militó a abrirse la sotana y scar de entre sus ropas, una tremenda palanca con el sello de Y.P.F. bien grabado y me dijo: -Esto estaba parado al lado de la puerta del gallinero esta semana, y con lo cual me destrozaron el candado. El momento estaba cargado de tensión y para salir de tan difícil situación le dije: -Bueno Padre, esto viene en reciprocidad al guardaganado de fierro que Usted tiene en la entrada de la Misión. ¿De dónde lo sacó? –Ah, lo hicimos nosotros- contestó. Y yo lo seguí apurando y agregué: “.. y las manchas de petróleo que tienen los fierros, también las hicieron Ustedes? Y no tuvo más remedio que reconocer que lo había encontrado “perdido” en Caleta La Misión”.

 

* *

 

 ¿Qué cómo era el Padre Muñoz?

Intransigente muchas veces. Intolerante a veces. Imponente... y no sólo por su peso que era el lado enfermo que trataba de superar y que le generó los trastornos que pusieron su salud en vilo en más de una oportunidad.

 

Pero hay que recordar su capacidad intelectual para la cita, para ordenar y clasificar información científica:  un obsesivo cultor de la memoria, pero de la memoria de la razón. Sus alumnos hablaban de esa lucha suya por convertirlos, de hecho y de derecho, en seres pensantes. Pero además el Padre Muñoz resultaba imponente cuando trataba a la autoridad, no por que lo tratara de igual a igual, siempre se sentía que él estaba por encima de los poderosos del momento; no sé si por derechos divinos o por sentirse fiel intérprete de los sentimientos colectivos.

 

Y para muestra transcribimos lo que queda en Kayén, de agosto de 1957  cuando al visitar Río Grande el primer Gobernador bajo el imperio del Decreto-Ley 2191, alguien debió dirigirle la palabra en representación de las fuerzas vivas, y bien sea por que la mayoría era parca o temerosa, o por que el Padre Muñoz reunía toda la fuerza y toda la viveza criolla que se podía esperar  en nuestra incipiente “capital económica”, allí estuvo él con estos conceptos:

 

“Me tomo la libertad, señor Gobernador, de interpretar en este momento, el sentir del pueblo y V.E. sabrá disculpar si empleo el lenguaje de sinceridad que usamos aquí en Río Grande y hablo de los Don Camilo (risas)”.

 

“Llevo diez años en el Territorio y creo que mis palabras en este momento serán de peso (muchas risas) (146 kilos). En primer lugar, quiero manifestar la grata impresión que nos ha causado las palabras de V.E. que no solo revelan vuestra buena voluntad y sinceridad, sino también la cultura y sinceridad que poseéis y que hacen honor al arma que os formó”.

 

“Pero permítame que apoyado en la confianza que inspiraron vuestras palabras, vuelva recordando la impresión saludable que os causara la visita a Río Grande, y os insisto por esto en algo que es de capital importancia: habéis visto la pujanza del comercio y la vitalidad de esta población, en esto yo puedo opinar con libertad por que no estoy ligado a ninguna actividad que me lo impida y por que no soy comerciante (mi único comercio consiste en pedir limosnas) (risas)”.

 

“Ushuaia lejos de ser un elemento para favorecer el turismo, se convertirá en una nueva forma para poder esquilmar el pueblo de Río Grande. Por eso sostengo Excelentísimo Señor, que dada la actividad  comercial y cultural de este pueblo con el petróleo que hoy aflora en superficie, Río Grande debe estar representado en el plan administrativo en la forma que corresponda, que pide y exige la importancia de su comercio y la riqueza de su suelo (muchos aplausos)”.

 

 

No creo que muchos gobernantes hayan recibido de entrada nomás una cruda radiografía de lo que se ha hecho y de lo que hay que hacer en esta isla antes de aquel 8 de agosto de 1957 en que el pueblo de Río Grande en el sermón del Padre Muñoz entregó un petitorio de futuro al gobernador Pedro Carlos Florido... Todavía no se había designado al frente de la intendencia al Director de Kayen: René Albino Piñero, pero estamos seguros que de no haber sido clérigo el Padre Muñoz habría sido el mejor abogado de los intereses comunitarios.

 

Se cuenta que él fue el inventor de la famosa frase: Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires.

 

Mi primera conversación con el Padre Muñoz fue durante una confesión previa a mi confirmación. Yo me esperaba la peor de las penitencias de quien se nos presentaba como un “ogro, con sotana”. Solo recuerdo que esta no se dio y en su lugar un conjunto de palabras edificantes me convenció que lo importante era el arrepentimiento, que la culpa no debía estrangular mi felicidad, y que además de ello mis pecados no figuraban en el Código Penal.

 

La última vez que tuve la oportunidad de conversar con el Padre Aurelio lo hice telefónicamente luego que en cadena nacional me enterara de un premio que se otorgaran en su rol de educador. Estaba en Las Heras, y esos que siempre hablan decían que era una responsabilidad inferior a su capacidad la que estaba encarando por mandato de sus superiores, en otras palabras: que estaba castigado.

 

No se cuándo ni dónde nació, no sé.., o más bien no quise revisar mis papeles para saber cuando se murió. Supongo que los salesianos habrán preparado en su momento la conceptuosa necrológica que se merecía. Yo simplemente he querido que siga vivo: como lo esta en AGP en una callecita que nunca lo vio andar, como está en las anécdotas que lo muestran como un travieso “expropiador”.

Foto: Muñoz entre el flautista Nacaratto y el General Onganía.

 

CINCUENTA AÑOS DE RADIO NACIONAL RÍO GRANDE. Partes de un todo. 6

 


Musiqueros
. Programa de divulgación de la música popular que condujeran Leda Ivana Soto y Walter Buscemi, a modo de colaborador. Con su inefable humor el Walter hacía imaginar que se transmitía desde FM El Charco.

Memorias supervivientes. 40 años después.



Mañana se cumplen cuatro décadas del regreso de Argentina a la democracia. El 30 de agosto de 1983 los comicios generales habían consagrado en la primera magistratura nacional al radical Raúl Alfonsín. Día de múltiples definiciones. En lo domestico se elegían autoridades municipales, entre ellas el Concejo Deliberante del que tuve el honor de formar parte.

Llegamos a ese 10 de diciembre dos peronistas, dos radicales y un vecinalista.



En la primera bancada me encontraba con el compañero Sergio Barrientos, hombre de dilatada trayectoria que había sido edil en el período democrático anterior. Juraron también los alfonsinistas Marta Mondino y Enzo Filosa, este último era suplente reemplazando a Roberto Campanella que había desistido de ocupar su banca para integrar el gabinete territorial. El vecinalista era Osvaldo Pagano, que lideraba la alianza gestada a partir de la llamada Agrupación Vecinal.

En las fotos podrán encontrarnos a todos. Ya éramos parte de un Río Grande plural. La concejal nacida en Suecia. Los concejales se repartían entre el que vino de Italia, el chaqueño y un santacruceño, que fui yo, el que queda como sobreviviente de aquellos  protagonistas. Pero había un fueguino que juraría como Presidente del Concejo: Sergio, nacido en Porvenir.



Terminado de conformarse las autoridades deliberativas se tomaría juramento a un primer fueguino que llegaba a ser elegido intendente de nuestra ciudad: Esteban Martínez, que sigue ostentando esa situación exclusiva. Era además el primer peronista.

Estábamos en el Salón de Usos Múltiples del Hotel Los Yaganes.